Wednesday, May 10, 2006

Sin enfoque

Javier Treviño Cantú
El Norte
10 de mayo de 2006

La política exterior de México nunca ha sido el tema que define el resultado de una elección presidencial. El próximo 2 de julio, la situación no será diferente. Sin embargo, en estos meses de campaña, el asunto ha recibido una mayor atención por, al menos, cuatro razones.

La primera es que nuestro país está cada vez más integrado a la economía global, y a la de Estados Unidos en particular. Tenemos 12 tratados de libre comercio con distintos países y regiones del mundo, incluyendo al TLC de América del Norte. Esto se ha reflejado en el incremento de las exportaciones como proporción del PIB que, según la Secretaría de Economía, han pasado de representar 15 por ciento en 1993 a 34 por ciento en 2004.

La segunda razón es la suma de los problemas diplomáticos que han ocurrido a lo largo de este gobierno. En los últimos cinco años se han generado tensiones o, en el mejor de los casos, malos entendidos con diversos países de todo nuestro continente. Entre otras, se han dado fricciones con la República Dominicana y Cuba en el Caribe. En América del Sur, los roces han ocurrido con Venezuela, Brasil, Argentina e, incluso, con Chile, un país al que nos une un Acuerdo de Asociación Estratégica.

Las diferencias también se han producido con Estados Unidos. La tardía reacción del gobierno mexicano a los atentados del 11 de septiembre de 2001 y, en especial, la forma en que operó su negativa al apoyo para la guerra contra Saddam Hussein en Iraq, provocaron un enfriamiento glacial de la relación bilateral.

La tercera razón por la cual la política exterior ha sido un poco más visible en la actual contienda electoral tiene que ver con este distanciamiento entre México y Estados Unidos. La víctima más evidente, aunque no la única, fue el descarrilamiento de un posible acuerdo migratorio y la consolidación de la migración como un asunto prioritario para ambos países.

Para nosotros, porque representa una "válvula de seguridad" ante el marcado déficit en la creación de empleos bien remunerados que demanda una creciente población económicamente activa, y por los altísimos niveles que han alcanzado las remesas enviadas por los trabajadores migratorios a las zonas más pobres del País.

Para el gobierno del Presidente Bush, el tema se ha convertido en una prioridad por la inseguridad que afecta a los estadounidenses; tanto en términos de futuros ataques terroristas como de la pérdida de empleos por los nuevos procesos globales de producción y subcontratación de servicios en países como China o la India, y de la supuesta amenaza cultural que plantean los inmigrantes "hispanos".

La cuarta razón que ha generado mayor atención sobre el tema de política exterior es el nuevo imperativo de seguridad que marca las relaciones internacionales, empezando por la de México y Estados Unidos.

Pero la visibilidad del tema no ha logrado que los políticos se enfoquen. Las propuestas de los principales candidatos a la Presidencia han sido muy vagas. En materia comercial, el del PRD buscaría renegociar el TLCAN para "evitar... la libre importación de maíz y frijol" a partir de 2008. El del PRI propone "desarrollar nuestra organización económica espacial, a partir de definir cuencas económicas regionales y zonas económicas estratégicas", mientras que el del PAN ofrece "aprovechar los tratados comerciales suscritos para detonar áreas poco desarrolladas", pero sin decir cómo.

Las tensiones diplomáticas ofrecen una oportunidad al perredista para proponer una relación de "respeto con todos los pueblos y gobiernos del mundo"; una "política exterior responsable" al panista; y una propuesta "internacionalista, cosmopolita y firme partidaria del multilateralismo y del combate a las asimetrías" al priista.

Los tres candidatos insisten en que buscarían un acuerdo migratorio con Estados Unidos. López Obrador sostiene que "en la agenda con el gobierno de Estados Unidos el tema principal será la migración". Felipe Calderón señala que "México puede y debe insistir en un acuerdo migratorio", mientras que Roberto Madrazo ha dicho que buscaría "analizar conjuntamente la situación del mercado laboral (y) promover una regulación ordenada de los flujos migratorios".

La cuestión, nuevamente, es que ninguno detalla la forma en que llevaría a la mesa de negociaciones bilaterales un asunto que se ha convertido en uno de los principales temas de política interna en Estados Unidos. Según una encuesta reciente de Gallup, para los estadounidenses la migración se ha vuelto el segundo problema más importante de su país, tan sólo detrás de la guerra en Iraq.

Por último, en cuanto al tema de la seguridad, ninguno ha dicho con claridad si asumirá plenamente los términos de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, y todos los compromisos que ya parece haber contraído el actual gobierno mexicano en el marco de este opaco mecanismo de cooperación.

El 2 de julio, la política exterior no será el tema decisivo para la gran mayoría de los electores. Pero, sin duda, para el gobierno que inicia el 1 de diciembre, las relaciones internacionales de México serán una de las áreas a las que más atención deberá dedicarle. ¿Estará preparado para ello?

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