Wednesday, May 23, 2007

Vieja historia de nueva reforma

Javier Treviño Cantú
El Norte
23 de mayo de 2007

La nueva propuesta bipartidista para reformar el sistema migratorio de Estados Unidos, que se está discutiendo en el Senado del vecino país, ha vuelto a desatar las pasiones políticas en Washington. Una y otra vez, la búsqueda de soluciones eficaces a este complejo reto se ha estrellado contra el muro político-electoral que rige la toma de decisiones en la capital estadounidense. La situación no es diferente en esta ocasión, y las posibilidades de que se concrete una reforma integral siguen pareciendo muy limitadas.

El reloj juega en contra de la administración Bush. La rapidez con la que se adelantaron los tiempos para la próxima elección presidencial le ha restado margen de maniobra. Ésta puede ser la última oportunidad que tendrá el Presidente Bush de lograr una reforma migratoria que sea parte de su legado. Por eso encargó al Secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez, y al de Seguridad Territorial, Michael Chertoff, que encabezaran las negociaciones y atendieran las distintas preocupaciones de los senadores demócratas y republicanos para alcanzar un acuerdo viable.

Paradójicamente, al tratar de quedar bien con todo el mundo, los negociadores de la Casa Blanca parecen haber logrado el resultado contrario. Si bien esta iniciativa representa un avance, la complejidad de los equilibrios que se pretende alcanzar ha hecho que nadie quede del todo satisfecho con la propuesta dada a conocer la semana pasada. Por lo tanto, casi de inmediato empezó a recibir ataques de todas partes.

Algunos de los precandidatos republicanos a la Presidencia, como el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney, rápidamente señalaron que se debería cambiar el nombre de las nuevas visas "z", y llamarles visas "a", porque supuestamente representan una "amnistía" para los 12 millones de migrantes indocumentados que se verían beneficiados con un camino que podría llevarlos a obtener la ciudadanía.

La propuesta para crear un programa de trabajadores temporales, con base en la asignación de un sistema de "puntos", también fue criticada por asociaciones empresariales y organizaciones defensoras de los migrantes. Dado que los trabajadores ya no podrían ser "nominados" por alguna empresa para obtener una visa, no hay garantías de que lleguen al mercado laboral las personas que cada compañía necesita.

Además, existe la preocupación de que el modelo favorezca a futuros migrantes con mayores habilidades y preparación académica, a costa de trabajadores menos calificados, pero dispuestos a realizar trabajos en el sector agrícola, en la construcción, el cuidado de personas mayores y otros similares.

Más aún, el nuevo sistema de "puntos" acabaría con la tradición de promover la integración familiar de los migrantes que ya se encuentran en Estados Unidos. De hecho, ésta ha sido una de las principales preocupaciones de Nancy Pelosi, la líder demócrata de la Cámara de Representantes.

La postura adoptada por la dirigente política muestra uno de los principales obstáculos a la nueva propuesta: si bien existe una remota posibilidad de que el Presidente Bush obtenga el apoyo de suficientes legisladores republicanos, resulta muy difícil considerar que los congresistas demócratas vayan a cederle el gran triunfo político que significaría para él una reforma migratoria de fondo.

Finalmente, lo único en lo que parece existir un consenso bipartidista es en la necesidad de seguir reforzando el control de la frontera con México, antes de emprender cualquier nueva medida para que los migrantes indocumentados puedan regularizar su situación o participar en el programa de trabajadores temporales.

Se calcula que las disposiciones contempladas en el acuerdo, como la contratación de 18 mil nuevos agentes para la Patrulla Fronteriza, o la construcción de 600 kilómetros adicionales de bardas a lo largo de la línea divisoria, tardarían al menos 18 meses en estar listas. Eso significa que el verdadero proceso que podría llevar a los indocumentados actuales a convertirse en ciudadanos estadounidenses, estaría a cargo de la administración que ocupará la Casa Blanca a partir de enero del 2009.

La nueva propuesta en sí representa un avance, y el hecho de que se esté discutiendo la forma de mejorarla es una buena señal. Para México, sin embargo, el panorama no es demasiado alentador. Si bien muchos de los paisanos que ya están del otro lado podrían dejar atrás su condición ilegal, el proceso sería largo, lento y costoso. Por su parte, el programa de trabajadores huéspedes parece diseñado para migrantes de otros países, como la India, en donde cada año se gradúan casi medio millón de ingenieros que hablan inglés.

En cualquier caso, la reciente iniciativa de reforma migratoria implica un paso más en el cierre paulatino de la frontera que cada vez nos separa más de Estados Unidos. Es una vieja historia. Por su naturaleza internacional, el fenómeno migratorio exige compromisos y supone responsabilidades. La nueva propuesta que se discute en Estados Unidos dista mucho de ser una solución definitiva, por lo que México deberá mantener una política de protección a los derechos de los migrantes muy activa y, a la vez, tendrá que hacer su parte para crear más y mejores empleos en el País.

Wednesday, May 09, 2007

¿Ciudad exitosa?

Javier Treviño Cantú
El Norte
9 de mayo de 2007

¿Es Monterrey una ciudad exitosa? Hasta hace poco, en el resto de nuestro país -y en muchas partes del mundo- se le asociaba con factores positivos que le daban una buena imagen. Por lo general, las principales ciudades del mundo se identifican con un atributo en especial, y durante mucho tiempo la idea de Monterrey estuvo ligada a su carácter emprendedor e industrial.

La capacidad de su gente para sobreponerse a las duras condiciones geográficas y salir adelante generó una percepción positiva de Monterrey. Ser la cuna donde nacieron algunas de las compañías mexicanas más reconocidas, muchas de las cuales han alcanzado una importante dimensión internacional, también fue clave para proyectar una imagen "ganadora".

La calidad de las universidades, públicas y privadas, hizo que Monterrey fuera una ciudad atractiva. Jóvenes de otras partes de la República, o de América Latina, venían a estudiar aquí su carrera. Muchos se quedaban a trabajar y a formar una familia por las oportunidades que encontraban. Igualmente, muchas compañías de otros países decidían ubicarse en Monterrey por la calidad profesional de la gente que podían emplear.

A pesar de que estos atributos siguen siendo muy valiosos para la imagen de nuestra ciudad, hay que reconocer que varios factores negativos le están restando valor a la "marca Monterrey".

El domingo pasado, por ejemplo, leíamos en estas páginas sobre el desorden que existe en los anuncios espectaculares de nuestras principales avenidas. Los que vivimos aquí ya nos acostumbramos al triste y sucio panorama urbano. Pero si pensamos en los empresarios extranjeros que nos visiten por primera vez, será muy difícil cambiar la primera impresión negativa que se lleven.

Por supuesto, lo que más está afectando la imagen de Monterrey es la inseguridad. Al igual que otras ciudades del País, enfrentamos un reto muy grave, para el que no hay soluciones fáciles. Pero, a diferencia de otros sitios, lo que está pasando aquí es algo relativamente nuevo, y quizá por eso llama más la atención: hace un mes, el Gobierno de Estados Unidos amplió la advertencia para que sus ciudadanos tomen precauciones ante la violencia que impera en nuestra ciudad.

Esta situación puede cambiar si se toman las decisiones correctas. ¿O nos vamos a quedar con los brazos cruzados? La semana pasada, la revista The Economist publicó un interesante reportaje sobre el futuro de las ciudades. Apuntaba tres aspectos fundamentales para que las ciudades puedan tener éxito: 1) la capacidad de integrarse a la economía global; 2) la necesidad de contar con gobiernos y administraciones públicas eficientes; y 3) la disposición para que la ciudad se reinvente a sí misma.

Hoy en día, las ciudades de todo el mundo están compitiendo más que nunca para atraer inversiones, turistas y toda clase de recursos. Esto exige contar con infraestructura adecuada, condiciones competitivas en materia de costos e impuestos y profesionistas con las habilidades necesarias para trabajar en compañías internacionales.

Implica que necesitamos invertir más en educación y promover más alianzas entre las universidades, los negocios y los gobiernos. La competencia de hoy es por el talento. Monterrey tiene que convertirse en un centro de innovación, investigación y desarrollo a la altura de los mejores del mundo. De otra forma, tendremos muy poco que ofrecer a la economía global.

Como señaló The Economist, lo segundo que se necesita son gobiernos de calidad. Aquí hay mucho que hacer. Pero, antes que nada, esto significa que, en Monterrey y en todo nuestro país, necesitamos cambiar los términos de los mandatos municipales. No podemos seguir esperando los resultados que se necesitan de administraciones locales con una duración de tres años.

La Alcaldía de Monterrey, junto con el Gobierno del Estado, pueden tomar la estafeta y proponer un cambio de fondo en este terreno clave. Una posible opción serían periodos de cuatro años, como ya han hecho otros municipios, pero añadiendo una sola reelección consecutiva para un total de ocho años. Otra opción podría ser ampliar un periodo único a seis años. Sin un cambio institucional de este tipo, nunca vamos a tener autoridades locales que puedan ver más allá del corto plazo, ni desarrollar proyectos de largo alcance.

Por último, Monterrey tiene que reinventarse a sí misma. Existen muchos ejemplos exitosos a nivel mundial. Dublín en Irlanda, Sydney en Australia, Calgary en Canadá y muchas más han demostrado que sí se puede. Monterrey ya ha dado pasos importantes en este sentido. La idea de que se convierta en una "ciudad del conocimiento" va en la dirección correcta, pero toda la sociedad tiene que hacer un esfuerzo para concretarla.

Durante mucho tiempo tuvimos la suerte de contar con una valiosa "marca Monterrey". Desafortunadamente, en los últimos años la hemos erosionado en forma por demás irresponsable. La marca Monterrey no le pertenece ni al Gobierno del Estado, ni a la Alcaldía de la ciudad. Es de todos. Ante las fuerzas de la globalización, necesitamos una marca Monterrey que nos distinga por nuestro propio carácter, y por una historia de éxito de la que todos podamos sentirnos orgullosos.