Wednesday, July 18, 2007

Guerra ciberespacial

Javier Treviño Cantú
El Norte
18 de julio de 2007

¿Cuándo fue la última vez que habló por su teléfono celular? ¿Cuántas veces al día revisa su Palm, su BlackBerry o su mismo celular para ver si le llegó un nuevo correo electrónico o un mensaje de texto? ¿Maneja su cuenta bancaria por internet? ¿Ha hecho reservaciones, comprado boletos para un evento o realizado algún trámite de gobierno en línea? ¿Está leyendo este artículo en la edición impresa o en elnorte.com?

Desde principios de los 90, el avance de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha mantenido un paso frenético. Las TIC han ganado tanto terreno, en tan poco tiempo, que hacer prácticamente cualquier cosa sin ellas ya resulta inimaginable. En muchos sentidos, nos han dado mayor libertad y, por lo mismo, seguridad.

Sin embargo, las TIC también nos han hecho más vulnerables. Dependemos cada vez más de ellas. Por eso, cuando fallan o, peor aún, cuando se usan para cometer delitos y realizar ataques en contra de alguna institución pública o privada, e inclusive un país entero, también pueden causar miedo y provocar consecuencias muy serias.

El temor al impacto tecnológico ha sido aprovechado desde hace mucho por la industria del entretenimiento. Películas como "Enemigo del Estado" mostraban la manera en que las TIC pueden ser usadas contra ciudadanos inocentes. Ahora tenemos un nuevo ejemplo, con el estreno de "Duro de Matar 4.0". Esta vez, Hollywood busca explotar el miedo a quedar desconectados.

La inseguridad que provocan las TIC no es gratuita. Estamos viendo cómo se multiplican todo tipo de virus y amenazas informáticas. Crímenes como el "robo de identidad" son cada vez más comunes, y las redes multinacionales dedicadas a la pornografía siguen creciendo. Los accidentes también ocurren con mayor frecuencia. A finales de junio, el daño a un cable de fibra óptica en las costas de Colombia dejó a millones de personas sin servicio de internet en cinco países de Centro y Sudamérica.

Pero el caso más grave registrado hasta ahora es el ataque masivo desatado hace poco en contra de toda la infraestructura informática de Estonia. De hecho, ya se le conoce como la primera guerra del ciberespacio.

Entre abril y mayo, durante tres semanas esta pequeña república perteneciente a la Unión Europea recibió un ciberataque tras otro. Según varios reportes periodísticos, los blancos incluyeron al sistema telefónico, los principales bancos, las dependencias de gobierno, el Parlamento, sitios de partidos políticos, diarios y estaciones de televisión.

El ciberataque fue despiadado. Por su duración sostenida y grado de sofisticación, difícilmente podría haber sido realizado por un "hacker" solitario. Las sospechas recayeron en Rusia, el poderoso vecino con el que Estonia ha tenido una difícil relación. El enfrentamiento más reciente se debió a la decisión de retirar la estatua de un soldado soviético que conmemoraba la II Guerra Mundial.

Las autoridades de Estonia esperaban algún tipo de reacción, pero nunca se imaginaron la dimensión que tendría. El Gobierno ruso negó haber tenido alguna responsabilidad, y el carácter anónimo de la ciberofensiva hace casi imposible identificar a los culpables.

Pero lo que sí quedó claro es que la propia naturaleza abierta de internet, y el éxito de las políticas públicas que ha impulsado Estonia para promover la conectividad, hicieron más vulnerable la seguridad nacional de este país.

El Reporte Global de Tecnología de la Información 2006-2007, del Foro Económico Mundial y la escuela de negocios INSEAD, describe la forma en que Estonia ha logrado convertirse en uno de los países más avanzados en el uso de las TIC. El liderazgo de Maart Laar, quien fuera Primer Ministro entre 1992 y 2002, ayudó a que Estonia desarrollara una regulación y un entorno propicios para la conectividad, al grado de que hoy todos sus ciudadanos tienen acceso gratis a internet de banda ancha desde cientos de ubicaciones en todo el país.

Los avances registrados hicieron que Estonia pasara del lugar 23, en el Índice de Conectividad 2005 del Foro Económico Mundial, al sitio número 20 en el del 2006-2007. Aunque México sigue muy retrasado en este terreno, también ha registrado cierto progreso. En el 2005 ocupamos el sitio 55, mientras que en el más reciente índice estamos ubicados en el lugar 49.

Para México, la primera guerra ciberespacial deja al menos dos lecciones. Una es que, conforme crece nuestra propia conectividad, tenemos que dedicarle mucha mayor atención a todo lo relacionado con la seguridad informática. De acuerdo con la Asociación Mexicana de Internet, este año habrá en México casi 23 millones de "internautas", los cuales navegan a través de 63 millones de teléfonos celulares y 15 millones de PC, de las cuales 59 por ciento están conectadas a internet.

La otra lección es que México tiene que participar activamente en el debate que deberá darse pronto en los foros multilaterales. Como señala la revista The Economist, debemos definir con urgencia un código internacional que precise los distintos tipos de cibercrímenes, y la forma de castigar a nivel nacional uno de los fenómenos globales más peligrosos de nuestro tiempo. Si no lo hacemos, un día nos vamos a quedar desconectados.

Wednesday, July 04, 2007

Epitafio

Javier Treviño Cantú
El Norte
4 de julio de 2007

La reforma migratoria que se discutía en el Senado de Estados Unidos finalmente murió la semana pasada. Apenas unos días antes había caído en coma, después de que el líder de la mayoría demócrata, Harry Reid, la retirara de la agenda legislativa por la interminable avalancha de enmiendas para "mejorarla".

El Presidente George W. Bush se negó a darse por vencido. Echó mano de todos los recursos que le quedaban para tratar de salvar la última iniciativa de política interna significativa de su periodo final. Era la única posibilidad de equilibrar el legado histórico de su presidencia, definido ante todo por el peso mayúsculo del fracaso en Iraq.

Sin embargo, la misma decisión con la que buscó revivir la propuesta resultó contraproducente. Al hacer tan evidente su interés -o desesperación- por obtener un último triunfo, acabó por escribir su epitafio. La percepción de que la administración del Presidente Bush se encuentra en fase terminal hizo que hasta sus antiguos partidarios republicanos lo abandonaran. Fue una tragedia.

Pero si bien la propuesta murió, de causas políticamente naturales, su cadáver quedó insepulto, y ya empezó a descomponerse. Como dijo el Presidente Calderón, el problema ahí sigue, con sus consecuencias inmediatas para la clase política de los Estados Unidos, y para otros gobiernos. También sigue ahí el impacto negativo para los indocumentados que ya están del otro lado de la frontera, así como para los que pueden ver en esta coyuntura una última oportunidad para tratar de llegar al mercado laboral estadounidense.

La primera víctima política de la tragedia migratoria es el Presidente Bush. A un año y medio de que acabe su mandato, esta derrota oficializa su condición de "lame duck", el término que se usa en Estados Unidos para un Mandatario sin capacidad de maniobra.

Otras víctimas son los candidatos a la Presidencia. Hasta ahora, el más perjudicado ha sido el Senador John McCain. Pero el impacto será resentido por todos los aspirantes del Partido Republicano, que verán alejarse nuevamente de sus filas al electorado "hispano", el segmento de la población de más rápido crecimiento, y que puede inclinar la balanza electoral en varios estados.

Los candidatos del Partido Demócrata también sufrirán las consecuencias. En lugar de estar a la altura del mandato que los llevó a recuperar el control del Congreso, los demócratas volvieron a jugar con fuego político al tratar de quedar bien con los grupos de interés proteccionistas que los apoyan, como el sindicato de transportistas, y con un electorado inseguro frente al alcance de una reforma tan amplia.

Los más afectados, sin duda, serán los inmigrantes. Los que ya se encuentran en Estados Unidos verán que las medidas para detectarlos y deportarlos se endurecen, así sean de las autoridades federales, estatales o locales. Según el diario Washington Post, tan sólo entre enero y mayo de este año se han presentado mil 100 iniciativas a nivel estatal para impedirles que obtengan empleo, vivienda, licencias de manejo y servicios básicos.

Además, el hecho de que la discusión haya quedado en el limbo, puede representar un escopetazo de salida para cientos de miles de migrantes potenciales. La construcción de la barda física y de la valla virtual va a seguir. Antes de que terminen de levantarse, y ante la posibilidad de una futura reforma migratoria que les permita regularizar su estancia, los que dudaban probablemente se decidirán a emprender el viaje antes de que sea demasiado tarde.

Todo esto coloca al gobierno mexicano en una situación delicada por dos razones:

En primer lugar, porque debe cuidarse de no hacer un cálculo equivocado. Estados Unidos sigue siendo la única superpotencia. Creer que se pueden obtener concesiones, dictar condiciones o renegociar los términos de la relación bilateral mediante declaraciones altisonantes puede ser un error de consecuencias inimaginables. Los espejismos son peligrosos. No contamos con una posición de fuerza relativa frente a la debilitada administración Bush.

En segundo lugar, porque si bien la "desmigratización" de la agenda bilateral ha aliviado cierta presión, los ataques mediáticos seguirán basándose en el argumento de que México es el principal causante del "problema" migratorio que vive Estados Unidos. La discusión es más profunda de lo que pensamos. Se está debatiendo la esencia misma de la nación americana. El peso que va a tener el tema migratorio en el debate electoral del próximo año puede llevar a un aumento de las recriminaciones en contra de un Gobierno mexicano que llegó al poder prometiendo una mayor creación de empleos.

En lo que Estados Unidos se decide a retomar el asunto, el Gobierno mexicano enfrenta un triple reto: primero, reforzar la red consular en Estados Unidos, para proteger los derechos de los mexicanos que ya se encuentran allá; segundo, establecer mecanismos de coordinación mucho más eficientes con las autoridades locales y federales, para evitar que la frontera común acabe por convertirse en un barril de pólvora que pueda estallar en cualquier momento; y tercero, prepararse para definir la estrategia que seguirá una vez que la próxima administración ocupe la Casa Blanca en el 2009.