Wednesday, February 27, 2008

Islas de seguridad

Javier Treviño Cantú
El Norte
27 de febrero de 2008

Como lo muestra la construcción del muro fronterizo entre México y Estados Unidos, o la propuesta para levantar una reja que separe a los municipios de San Nicolás y Guadalupe en Nuevo León, muchos gobiernos siguen limitándose a tratar de contener los retos que estamos experimentando en la era de la globalización con simples respuestas técnicas y tecnológicas, en lugar de buscarles soluciones políticas de fondo.

Muchas de las paradojas que vivimos hoy se deben al desfase entre la economía y la política. Mientras que la primera en efecto se ha globalizado, la segunda sigue teniendo un carácter predominantemente nacional. Tip O'Neill, un antiguo líder de la Cámara de Representantes de Estados Unidos ya fallecido, decía que toda la política es local, y ése es uno de los problemas que está impidiendo encontrar respuestas eficaces a muchos problemas estructurales.

Después de la caída del Muro de Berlín, el Consenso de Washington recetó una mínima interferencia de los gobiernos en la actividad económica. Eso significó un adelgazamiento que dejó a muchos de ellos en condiciones anémicas. En el caso de México, después de la ola privatizadora y del TLC, la crisis por el "error de diciembre" a finales de 1994 redujo aun más la capacidad de los gobiernos a nivel federal, estatal y municipal para hacer frente a retos como el de la inseguridad.

Con la llegada de la alternancia política en el 2000, revivió la esperanza de que nuestros diversos aparatos gubernamentales se fortalecerían. No fue así. Sin recursos presupuestales adicionales y, sobre todo, sin proyectos para mejorar las capacidades de las administraciones públicas, los problemas se multiplicaron. Como toda la política es local, el espacio donde los retos se conjuntan, y magnifican, es en los municipios.

Ahora, ante una reforma electoral que no incluyó ampliar los plazos de gobierno municipal o la reelección de sus titulares para impulsar políticas públicas de largo plazo, la racionalidad que impone una democracia electoral ha resultado en la búsqueda de soluciones simples, baratas e instantáneas.

En lugar de diseñar programas multisectoriales y multianuales con la participación de los tres órdenes de gobierno, empresas privadas, universidades, organizaciones sociales y la comunidad para hacer frente a una problemática real, resulta mucho más "sencillo" cercar colonias enteras, poner casetas de vigilancia en los puentes peatonales como las que existían en el "Checkpoint Charlie" entre Berlín del este y del oeste, y separar con una reja dos municipios vecinos.

La iniciativa sigue el mismo modelo de lo que ocurre en la frontera norte. Ante la amenaza de un enemigo invisible tras los ataques terroristas del 11de septiembre de 2001, y frente al crecimiento explosivo de la población inmigrante indocumentada, la administración Bush decidió fortalecer las capacidades del Estado para garantizar la seguridad de su país.

En lugar de reconocer la naturaleza estructural del fenómeno como base para realizar una reforma integral a su propio sistema migratorio y establecer un acuerdo multilateral que incluyera a México y otros países, la opción más "sencilla" fue reforzar el control sobre su frontera sur construyendo bardas físicas y una valla virtual.

El viernes pasado, el Secretario Michael Chertoff anunció que el Departamento de Seguridad Territorial se hará cargo del "Proyecto 28". Se trata del muro electrónico desarrollado por la compañía Boeing en un área cercana a Tucson, Arizona, con una extensión equivalente a 45 kilómetros. Según algunos reportes periodísticos, el gobierno estadounidense le habría pagado a Boeing alrededor de 80 millones de dólares por el sistema, pero ante las fallas que sigue presentando, es muy probable que el experimento tecnológico no sea ampliado a otras partes de la frontera.

Lo que sí seguirá avanzando es la construcción de las bardas. Chertoff declaró que le daba "un gran gusto" anunciar que ya tienen más de 480 kilómetros de muros y topes para frenar el paso de personas y vehículos. Igualmente, dio a conocer que para finales de este año esperan completar mil 65 kilómetros de vallas y que la Patrulla Fronteriza contará con 18 mil agentes, el doble que al inicio de la administración Bush.

Sin duda, en la etapa de la globalización los problemas son cada vez más complejos. Y esa creciente complejidad genera muchos desequilibrios; pero, mientras en algunas economías emergentes éstos son considerados como una oportunidad, en países avanzados como Estados Unidos son vistos como un peligro.

La percepción de riesgo está llevando a un replanteamiento de la forma en la que los gobiernos deben actuar, y la tendencia parece apuntar hacia un movimiento pendular que refuerce las capacidades tecnológicas y regulatorias del Estado para contener fenómenos como la inseguridad o la migración indocumentada.

Hay quienes todavía creen -en Washington o en San Nicolás- que pueden construir islas de seguridad. El problema es que, sin soluciones políticas sólidas a nivel local, nacional y multilateral, los retos que sólo se contienen generan mayores presiones. Y, cuando finalmente estallen en toda su dimensión, no habrá barda ni tecnología que pueda impedir una catástrofe.

Wednesday, February 13, 2008

Todo cambió y todo sigue igual

Javier Treviño Cantú
El Norte
13 de febrero de 2008

Igual que hace 20 años, la relación entre México y Estados Unidos sigue centrada en los mismos temas que ocuparon a Miguel de la Madrid y Ronald Reagan. Y así como ocurrió en la gira de 1991 del presidente Carlos Salinas, es evidente que nunca existe un momento ideal para hacer acto de presencia en tierras vecinas con objeto de promover intereses mutuos que, al mismo tiempo, son parte fundamental de la agenda interna de cada país.

Hace dos décadas, un día como hoy de la Madrid y Reagan tuvieron su último encuentro en Mazatlán. Gracias a un acuerdo para que las diferencias por Centroamérica no opacaran el evento, las pláticas se concentraron en la economía y la cooperación antinarcóticos. O, más bien, la falta de cooperación.

Según el New York Times (Clash over drugs as Reagan meets with Mexico chief, 14/02/1988), de la Madrid insistió en que todo el problema se debía al consumo de los vecinos, y en su brindis durante la cena denunció que “en ciertos sectores” de Estados Unidos no se apreciaban los esfuerzos de México para combatir el narcotráfico.

Detrás de estas tensiones se encontraba el infame proceso de “certificación”. Como señaló el diario, muchos funcionarios del vecino país creían que México no cooperaba lo suficiente, pero tampoco querían suspender toda la ayuda por que el impacto sería contraproducente.

En la carta que envió al Congreso en abril de ese mismo año para pedir la certificación (http://www.presidency.ucsb.edu/ws/?pid=35678), Reagan sostenía que “si bien México continuará su propia lucha contra el narcotráfico, podría cortar la relación con Estados Unidos para el programa de erradicación aérea de cultivos y rechazar la ayuda por $814.5 millones de dólares que le damos actualmente. El resultado seguramente será un incremento del flujo de drogas a Estados Unidos”.

Palabras más, palabras menos, el monto de los apoyos y los argumentos son básicamente los mismos que presentaron la semana pasada los funcionarios estadounidenses que testificaron ante su Congreso, para “convencer” a los legisladores de que deben aprobar los recursos para la Iniciativa Mérida.

El otro tema del encuentro entre de la Madrid y Reagan fue la economía. Después de un sexenio en crisis, la deuda externa había alcanzado límites insostenibles y México necesitaba el respaldo de Estados Unidos para aplicar un programa que aliviara la presión. Por su parte, Reagan llegaba decidido a impulsar uno de sus proyectos preferidos: el Mercado Común de América del Norte.

Las pláticas no prosperaron en Mazatlán. Las esperanzas de la Madrid y, sobre todo, de su sucesor, estaban puestas en las negociaciones para concluir la Ronda Uruguay del GATT. El mismo New York Times (Ailing Mexico economy will be a focus of talks, 12/02/1988), citaba declaraciones del candidato Salinas, quien consideraba que las diferencias entre México y Estados Unidos eran “tan grandes, que no creo que un mercado común le ofrezca una ventaja a ninguno de los dos países”.

Su visión no tardaría en cambiar. Tres años después, el TLC se había convertido en la mejor opción para crecer. En su libro México, un paso difícil a la modernidad, el ex mandatario describe la ofensiva de cabildeo y promoción que desarrolló su gobierno en Estados Unidos para lograr la aprobación.

Salinas llevó a cabo una gira por varias ciudades de la Unión Americana en 1991. Después de entrevistarse con el primer Presidente Bush en Houston y de reunirse en Canadá con el Primer Ministro Mulroney, Salinas regresó a Boston para un encuentro en la universidad de Harvard. Ahí acuñó una de sus frases memorables: “México quiere exportar bienes y no personas”. El lunes pasado, en la misma universidad el Presidente Calderón pronunció palabras muy parecidas: “yo no estoy tratando de colocar a la gente allá, sino que estoy luchando arduamente por preservar las oportunidades para las personas en México”.

Salinas se trasladó de Boston a Chicago, donde fue el primer mandatario mexicano en ir al barrio de La Villita, otro de los lugares visitados por el Presidente Calderón. Y, en lugar de ir a California como el actual presidente, Salinas viajó a Texas para reforzar el apoyo de las comunidades hispanas al TLC.

Como toda historia, la relación entre los dos países cumple sus ciclos, y esta vez le correspondió al Presidente Calderón cerrar uno de ellos con su primera gira a Estados Unidos. Sin embargo, no podemos esperar que el viaje produzca resultados dramáticos a corto plazo.

Todavía habrá que esperar para ver si la economía mexicana agarra un “catarrito” o toda una gripe por la desaceleración estadounidense, pero los esfuerzos orientados a diversificar los mercados para nuestras exportaciones tomarán un buen tiempo.

La posibilidad de replantear un acuerdo migratorio bilateral o, al menos, influir para que se emprenda una reforma migratoria integral, deberá esperar a que la Casa Blanca tenga un nuevo inquilino.

El aumento de la cooperación para enfrentar al crimen organizado, también tendrá que esperar a que los Presidentes Calderón y Bush precisen los avances de la Iniciativa Mérida, durante la reunión trilateral que tendrán en abril con el mandatario canadiense en Nueva Orleans.

Todo cambió entre México y Estados Unidos en los últimos 20 años. Pero, a la vez, el nuevo ciclo que acaba de completarse parece indicar que la historia de nuestra relación sigue siendo la misma de siempre.