Wednesday, February 25, 2009

En buen plan

Javier Treviño Cantú
El Norte
25 de febrero de 2009

“Planear” puede tener distintos significados. Hace unas semanas, el capitán del vuelo de US Airways que chocó contra una parvada de gansos al despegar del aeropuerto La Guardia, en Nueva York, fue capaz de “planear” de emergencia para acuatizar en el Río Hudson. A pesar de la falla, los avanzados sistemas del avión Airbus 320 le permitieron mantener el control y poner a salvo a todos los pasajeros.

En realidad, por lo general relacionamos el término “planear” con la capacidad de identificar situaciones que pudieran ocurrir en el futuro. A veces deseamos que pasen, otras veces quisiéramos evitarlas a toda costa, pero planear es diseñar las medidas que se deberían tomar para que las cosas sucedan o, en su caso, prevenirlas.

Desafortunadamente, ante la rapidez de los ciclos que experimentamos y la complejidad de los procesos que conforman nuestra realidad actual, la planeación se ha convertido en un ejercicio cada vez más difícil de “aterrizar”.

Peor aún, en México la planeación gubernamental parece haberse convertido en un acto ritual. Cada seis años, los gobiernos entrantes elaboran un nuevo Plan Nacional de Desarrollo con las metas que aspiran alcanzar, pero sin detallar la forma de lograrlas, los plazos para hacerlo, ni los mecanismos para medir y evaluar resultados.

Muchas veces, esto ha dado pie a que la planeación se confunda con las estrategias a seguir. Como ha señalado Luis F. Aguilar (Gobernanza y gestión pública, FCE, 2006), lo que la planeación aporta a una buena estrategia, es “el sentido de largo plazo... por encima de beneficios inmediatos”. El valor de la “planeación estratégica” no está en tener un plan perfectamente detallado, sino en la capacidad de un dirigente para movilizar recursos institucionales ante situaciones imprevistas. Es decir, “que sea capaz de imprimir sentido de dirección y sepa tomar decisiones oportunas frente a los cambios de su entorno para neutralizar adversidades o aprovechar oportunidades”.

Para nuestro país, la necesidad de adoptar un enfoque de planeación estratégica nunca fue más urgente e importante que hoy. Antes que nada porque, como hemos visto hasta ahora, la profundidad de la crisis financiera y económica global ha rebasado las respuestas de los gobiernos nacionales, e impedido acciones concertadas a nivel internacional para evitar el resurgimiento de prácticas proteccionistas que pongan en riesgo al sistema mundial y regional de comercio e inversión.

Sobre todo, se requiere darle un sentido renovado a la planeación estratégica en México para enfrentar con mayor eficacia la crisis de inseguridad que padecemos y, en especial, para responder a los planes de contingencia que están desarrollando a marchas forzadas nuestros socios y vecinos de Estados Unidos.

A principios de año, el anterior Secretario de Seguridad Territorial, Michael Chertoff, reveló que el gobierno estadounidense había completado un programa para disponer de todos los recursos y el personal necesario —no sólo civil, sino también militar—, en caso de que resultara necesario “contener” un posible desbordamiento fronterizo de la violencia generada desde el lado mexicano.

La nota fue eclipsada por el estudio del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas estadounidenses —donde México fue equiparado a Pakistán como un Estado en riesgo de sufrir un colapso súbito—, y por el alarmante reporte del ex-general Barry McCaffrey.

Ahora, se dio a conocer que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias — del mismo Departamento de Seguridad Territorial—, va a llevar a cabo su próximo ejercicio a nivel nacional en julio, basado en un ataque hipotético contra Estados Unidos por parte de terroristas infiltrados desde México.

Además, está circulando la noticia de un nuevo plan (la Operación “Border Star”) para evitar que la violencia en la frontera afecte a Texas y, todavía más grave, hacer frente a un éxodo masivo de refugiados mexicanos. Si bien algunos especialistas consideran poco probable que esto ocurra, tampoco lo descartan, mientras que la vocera del gobierno estatal, Katherine Cesinger, declaró que “Texas desea lo mejor, pero planea para enfrentar lo peor”.

La inocultable realidad de una situación que cada día se vuelve más difícil —particularmente en la frontera entre los dos países—, ya generó la percepción de que México está en riesgo de caer en la ingobernabilidad, y que eso lo ubica en un nuevo “eje” de países que amenazan la seguridad de Estados Unidos. Eso es un hecho, y quizás dicha percepción pudiera ser contrarrestada, o al menos equilibrada, con una campaña de “relaciones públicas” como la que mencionó en el Foro de Davos el Presidente Calderón.

Pero, más allá de la evidente necesidad de realizar acciones orientadas a mejorar la imagen de México en el exterior, lo que realmente se necesita es una mayor capacidad de planeación; tanto para superar la doble crisis económica y de inseguridad, como para elevar la capacidad de coordinación con nuestros vecinos norteamericanos ante las poderosas amenazas comunes que compartimos. Una de dos: o se sigue negando la realidad, o nos preparamos a conciencia para enfrentar emergencias aún peores. Eso no es catastrofismo; se llama capacidad de previsión estratégica.

Tuesday, February 10, 2009

Rezagados

Javier Treviño Cantú
El Norte
11 de febrero de 2009

La compañía Amazon acaba de presentar la nueva versión de su aparato para leer libros electrónicos, el Kindle 2. Mediante una conexión inalámbrica a Internet, es un poco más rápido para descargar libros que el anterior; pero en esencia es el mismo producto: un dispositivo con un diseño en apariencia muy sencillo, que ejemplifica la forma en que los avances tecnológicos siguen revolucionado nuestros hábitos fundamentales, empezando por la forma de leer.

Otra muestra, quizás más trascendente aún, del incesante avance hacia un mundo crecientemente interconectado y digitalizado, fue el reciente acuerdo alcanzado entre Google y el grupo de escritores y editores que habían entablado en su contra una demanda judicial “colectiva”, que se conoce en el vecino país como un “class action lawsuit”. Estos argumentaban que Google había violado sus derechos de autor, al digitalizar, para su sistema de búsqueda, segmentos de millones de libros que todavía son protegidos por la legislación vigente.

Según el reconocido especialista Robert Darnton, en 1998 se determinó que los derechos de las obras literarias en Estados Unidos están protegidos mientras viva su autor, y 70 años más. Entre otras cosas, esto significa que la gran mayoría de los libros escritos durante el siglo XX todavía no pasan a ser parte del “dominio público”. Este hecho limitaba el ambicioso proyecto, iniciado hace cuatro años por Google, destinado a digitalizar las colecciones completas de algunas de las bibliotecas universitarias y públicas más importantes del mundo.

Aparentemente, el nuevo acuerdo entre Google y los demandantes, al que se llegó el pasado mes de octubre, tiene posibilidades de ser ratificado por la Corte competente del estado de Nueva York. Ello ha desatado una intensa polémica. Debido a la naturaleza colectiva del juicio y, por lo tanto, del acuerdo, la preocupación central manifestada por gente como Darnton es que Google acabe teniendo el control sobre prácticamente todos los libros protegidos por las leyes de derecho de autor en Estados Unidos.

Estás inquietudes seguramente prenderán como una chispa en pasto seco. La “omnipresencia” de Google tiene tiempo de haber despertado sospechas. La constante ampliación de los servicios que ofrece ha traído enormes ventajas. Por ejemplo, con su gmail.com transformó el correo electrónico, de un “producto” de software comercializable, a un servicio gratuito basado en una plataforma virtual. Al mismo tiempo, Google ha generado temores por su capacidad de “monitorear” las actividades de sus millones de usuarios, y con ello las posibilidades de desarrollar nuevos mecanismos para obtener ganancias de la información que colecta.

Por supuesto, el avance de Google también ha provocado reacciones por parte de sus competidores. De acuerdo con la revista Wired, Microsoft, la telefónica AT&T y otras empresas han estado desarrollando múltiples estrategias para alertar sobre los riesgos que supuestamente plantearía el crecimiento desenfrenado de Google. Ahora, es probable que el caso del acuerdo de Google con los escritores y editores les ofrezca una nueva oportunidad para cuestionar la conveniencia de que una sola compañía tenga el control exclusivo de lo que sería la biblioteca —y librería— digital más grande del mundo.

Lo que es un hecho indiscutible, es que la tendencia hacia un entorno digital abre nuevas oportunidades y también plantea grandes retos a países como el nuestro, donde la mayoría de la población no tiene acceso a Internet, y tradicionalmente lee poco.

Sin embargo, algunas cifras indican que el uso de computadoras conectadas a la red está creciendo. Las estadísticas disponibles indican que, a mediados de 2008, el número de usuarios de Internet en México se acercó a los 28 millones. De ser atinada, esta cifra representaría un crecimiento de más de 770% en lo que va de la década actual, generando expectativas de un mayor uso en el futuro por parte de una población en su mayoría joven.

La pregunta es si los niños y jóvenes mexicanos tienen las capacidades necesarias para aprovechar al máximo las ventajas que ofrece esta herramienta tecnológica. El problema, desafortunadamente, es que seguimos rezagándonos, porque México no va a participar en la nueva prueba que hará este año la OCDE como parte de PISA, su programa internacional de evaluación estudiantil. El examen se lleva a cabo cada tres años, y esta vez, además de incluir matemáticas, ciencias y lectura, alumnos de 17 países van a medir sus capacidades para “acceder, manejar, integrar y evaluar información”, así como “construir nuevos conocimientos a partir de textos electrónicos”.

Quizás sea comprensible que nuestro país no participe. La Alianza para la Calidad de la Educación ha resultado muy difícil de concretar, además de que la prueba tiene un costo elevado y el gobierno está destinando sus escasos recursos a enfrentar una crisis mundial. Lo que sería más difícil de entender —y de justificar—, es que para la próxima prueba PISA en 2012, México siga sin contar con los fondos necesarios, o la voluntad política, para apresurar el paso y fomentar habilidades que resultan indispensables para que los futuros profesionistas mexicanos tengan oportunidad de competir en la economía global.