Friday, June 29, 2012

¡Es la política exterior...!

Javier Treviño Cantú*

Milenio
29 de junio de 2012 


Como nunca antes en la historia contemporánea de nuestro país, el éxito o el fracaso del próximo gobierno dependerá en buena medida de lo que haga en materia de política exterior. Y no sólo en cuanto tome posesión a partir del 1 de diciembre, sino desde el inicio del largo periodo de transición entre julio y noviembre de este año.

Uno de los aspectos más novedosos del proceso electoral, que está por concluir el 1 de julio, ha sido que los asuntos internacionales tuvieron un peso significativo. Esto se reflejó, por ejemplo, en el segmento que se le dedicó al tema en el segundo debate entre los candidatos a la Presidencia, en la publicación simultánea de las propuestas de política exterior de los tres principales partidos en la prestigiada revista Foreign Affairs Latinoamérica, o en los numerosos foros que se realizaron entre especialistas, incluyendo el de la Fundación Colosio del PRI sobre el Futuro Internacional de México.

Sin embargo, esto apenas es la “antesala” de la importancia central que seguramente tendrá todo lo relacionado con la política exterior para el nuevo gobierno. Sobre todo, porque cada uno de los grandes retos que enfrenta México —ya sea para abatir la violencia y combatir con más eficacia al crimen organizado, impulsar un crecimiento económico que genere más y mejores empleos, o alcanzar un mayor desarrollo social— están directamente relacionado con el entorno internacional.

El creciente interés por los temas de política exterior que hemos visto a últimas fechas en México se debe a varios factores. Primero, a que el 2012 es un año eminentemente electoral. Aparte de lo que ocurra en México, a los resultados ya conocidos de elecciones en países clave para la estabilidad mundial —como Francia, Rusia y, ahora, Grecia—, en los próximos meses se sumarán el relevo generacional en la dirigencia del Partido Comunista y el gobierno de China, así como la decisión de los votantes en Estados Unidos para reelegir a Barack Obama, o mandar a despachar desde la Casa Blanca a Mitt Romney.

En este sentido, el próximo gobierno mexicano tendrá la ventaja que significará posicionarse en un escenario global renovado, donde los principales actores buscarán reconfigurar sus propias políticas exteriores. Esto le abre una estrecha “ventana de oportunidad” a la siguiente administración en México, que deberá definir con claridad sus objetivos estratégicos, poner en práctica acciones concretas de inmediato, e imprimirle un sello distintivo a su política exterior.

El segundo factor que explica la creciente relevancia de los temas internacionales en nuestro país es que, a los profundos reacomodos geopolíticos que están ocurriendo entre los países más desarrollados y las nuevas “potencias emergentes”, se sumó el controvertido activismo internacional del Presidente Felipe Calderón. Así, el nuevo gobierno mexicano también se encontrará con un margen de maniobra internacional acotado por los polémicos compromisos internacionales que han sido adquiridos por la actual administración panista.

Un ejemplo es la reciente cumbre del G-20 que se realizó en Los Cabos. El saldo inicial parecería favorable para nuestro país, pero las cuentas finales que entregue México cuando termine su presidencia pro témpore del mecanismo —justo un día antes de que concluya el actual sexenio del Presidente Calderón— influirá en las expectativas que se tengan de la siguiente administración.

Pero éste no será el único proceso en marcha que heredará el próximo gobierno mexicano. Y, por supuesto, los más delicados tienen que ver con el tema de seguridad. Las dos administraciones panistas en la primera etapa de la alternancia democrática en México establecieron una cercanía sin precedentes en este terreno con nuestros vecinos del norte. Primero, mediante la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte y, luego, a través de la Iniciativa Mérida.

Hay que ser muy claros: la cooperación internacional para combatir con éxito al crimen organizado transnacional es absolutamente indispensable. Pero la opacidad de la Iniciativa Mérida ha despertado dudas legítimas sobre el verdadero contenido de los acuerdos entre ambos países. El próximo gobierno de México deberá mantener una cooperación en materia de seguridad eficaz, basada en un auténtico compromiso con la co-responsabilidad. Tanto con los Estados Unidos, como con todos los demás países que enfrentan este mismo reto global. Sin embargo, lo deberá hacer con base en diagnósticos y criterios propios, y asegurando que las condiciones de la cooperación coincidan plenamente con las leyes y el más elevado interés nacional.

Además, presuntamente México sería la sede del centro que coordinaría el nuevo Esquema Hemisférico de Combate a la Delincuencia Organizada Transnacional. Resultado de una propuesta mexicana en la reciente Cumbre de las Américas, todavía es poco claro su alcance, cómo operaría en la práctica, y quién supervisaría su funcionamiento. Nuevamente, es indudable que está en el interés de México contribuir a una mayor colaboración entre todos los países del continente americano para combatir con mayor eficacia al crimen, pero será necesario clarificar qué compromisos implica este “Esquema”, para evitar falsas expectativas o condiciones inaceptables.

De igual forma, el próximo gobierno tendrá que darle seguimiento al nuevo Acuerdo del Pacífico que acaba de formalizar nuestro país junto con Colombia, Perú y Chile —y que en principio iría mucho más allá de cuestiones meramente comerciales—, al mismo tiempo que deberá ser incluido desde el periodo de transición en la incorporación de México a las negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífica (AAT). Este Acuerdo tiene aspiraciones muy ambiciosas, que se basan en criterios muy rigurosos que deberán, otra vez, ser cuidadosamente valorados para asegurar que respondan al interés nacional y evitar posibles impactos negativos para la industria de nuestro país.

Además, el Acuerdo de Asociación Transpacífica ha sido visto por algunos especialistas como parte central de la reorientación estratégica hacia el Pacífico Asiático que lleva a cabo la actual administración del Presidente Obama. Incluso, hay quienes lo consideran como la pieza clave en una nueva política estadounidense de “contención” hacia China. Por ello, el próximo gobierno mexicano deberá extremar precauciones para evitar que nuestra posible incorporación al AAT dificulte la renovación de una relación bilateral con China mucho más productiva para nuestro país.

En suma, la nueva administración federal que resulte electa el próximo 1 de julio en México se encontrará con un escenario global extraordinariamente complejo, en proceso de reacomodos geopolíticos estructurales. Es en ese escenario donde tendrá que impulsar una política exterior seria, eficaz y propositiva, que contribuya de manera integral al desarrollo de nuestro país.

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*El autor fue Subsecretario de Relaciones Exteriores y actualmente es el Coordinador de la Campaña de Enrique Peña Nieto en Nuevo León.
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9151762

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